TIRO POR LA CULATA

Estas formas de hacer publicidad no solamente intoxican a los ciudadanos sino que en el fondo, estoy seguro, resultan contraproducentes para el anunciador. Yo no puedo imaginar que haya alguien a quien esto no le moleste, o menos que le pudiera gustar. Entre los casos que cito, algunos agradecen el buen gusto y la necesidad humana del silencio contra la comunicación compulsiva. Pero hay otros en los que se violenta la misma normatividad vigente para la publicidad, en la que se ordena informar al consumidor sobre las restricciones que en el comercial no aparecen. Acá sí hay yuca, y de la buena. Por eso, una vez más llamo a los lectores; a boicotear los fetichizados productos que se nos imponen de esta manera. Piensen que si los compramos, estamos aceptando: que se nos insulte. ¿Alguna vez usted ha pagado por ello?

SOY CHEMO DEL SOLAR

Ya me ha pasado dos veces de haber llamado a taxis de estación y que me venga a recoger un auto con un chofer de lo más formal de esos que te abren la puerta para que entres. Todo perfecto hasta que te sientas y descubres que en la parte superior del asiento del copiloto, es decir, frente a tu cara, hay una pantalla de video emitiendo publicidad, y a todo volumen. Las dos veces he protestado como madre de la Plaza de Mayo y lo más que he conseguido ha sido que bajen el audio: "Señor, el sistema está puesto de tal manera que no se puede apagar, disculpe la molestia". EI otro día en un supermercado me encontré con que esas mismas pantallas lucen colgadas de las góndolas donde se ofrecen los productos, mientras que el piso del centro comercial está tachonado de mensajes en los que se vende algo. Y nada les cuento del Vallas donde Vayas, que nos ha quitado hasta el derecho a no ver nada en la ciudad si no nos da la gana. Y por si todo esto parece poco, ayer sonó mi teléfono fijo, levanté el auricular y escuché: "Hola, tú me conoces, soy Chemo del Solar...". Tiré el fono sin dar tiempo a enterarme de lo que Chemo me vendía pero pensando bastante en su señora tatarabuelita.

Técnicas publicitarias que violan nuestros derechos a la información y a la paz

TERMINA el comercial de TV o el spot radial, se corta el jingle con el que nos prometían la dicha familiar y durante unos diez segundos se escucha una voz masculina a mil por hora, atropellando las palabras, anunciando algo. Algo que para entenderlo, habría que tener la cinta grabada y como en las películas de espionaje, emitirla a una velocidad más lenta. Si así fuera, escucharíamos que se trata de alguna restricción en la oferta que el spot nos ha ofrecido; o una advertencia en caso se trate de un producto médico no ético. O que la promoción está circunscrita a X, Y o Z, por cupos. Como resulta tan complicado grabar el mensaje comercial y escucharlo a menor velocidad, sugiero que este sea entendido de la siguiente manera: "Estúpido consumidor, esto que te estoy diciendo quisiera guardarlo en secreto para que tú, que eres un cacaseno, te creas mi promoción o las bondades de mi jarabe para latos (o mi sistema de llamadas internacionales, o mi tarjeta bancaria). Pero el Estado perro del hortelano en el que vives me exige advertirte sobre una serie de restricciones que tiene mi producto o servicio. Ahora, como para mí hacer esto es una obligación que no me gusta porque podría afectar mis ventas, opto por decírtelo como si hablara una cacactúa con dos tiros de coca en el sistema nervioso. En otras palabras, estúpido consumidor, me zurro en ti y en tu Estado, tanto como tu Estado se zurra a la vez en ti: ya te habrás dado cuenta de que a nadie le importa en el fondo que se entienda o no lo que me conminan a decir; lo único que interesa es que se diga, aunque sea en finlandés, para que luego tú no tengas ningún derecho a reclamo. Te espero en la tienda, imbécil"

Fuente:Investigación Internet

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